terça-feira, 12 de maio de 2015

Gaia: Aprendiendo a volar

Desde que nació, Gaia siempre estuvo junto a sus padres viviendo en la parcela; ahora estaba llegando la hora de ir a la escuela, lo que significaba que, durante las tardes, ella estaría con personas diferentes, en un lugar diferente y en una rutina diferente. Desde hacía tiempo los padres de la niña la estaban preparando para este momento.
En el corazón de la pequeña era una mezcla de sentimientos que le llenaba la barriga de mariposas. Era ansiedad, nerviosismo y un poco de miedo todo junto y bien revuelto, lo que era percibido por José y María.
Cierto día, María invitó a Gaia y a Inti para hacer un paseo por la orilla del río después del almuerzo, los chicos animados cogieron la mano de la mamá para aprovechar la deliciosa tarde que la Madre Tierra les brindaba.
Escuchar el canto de los pájaros, poder correr atrás de las lindas mariposas, observar a los colibríes suspendidos en el aire  que parecían conversar con las flores más hermosas era un privilegio que estaba siempre a disposición de la familia. Parecía que en esa tarde la naturaleza estaba de fiesta para recibirlos.
Sentados junto al río María conversaba con sus pequeños:
-          Amados, fíjense en los pájaros ¿Están viendo aquel nido allá arriba de ese árbol?
-          Qué lindo mamá ¡Fíjate! ¡ los pequeños pajaritos están siendo alimentados por su madre!
En el nido se podía observar y escuchar a tres o cuatro pajaritos barullentos que se quedaban con el piquito abierto esperando que su madre y su padre les trajesen alimento en sucesivas viajes que  por los alrededores.
-          Los padres de esos pajaritos muy luego les enseñarán a volar; ellos no nacieron para quedarse en el nido, ellos nacieron para volar. En un primer momento ellos harán pequeños vuelos y volverán al nido con sus padres  siempre próximos y atentos. Al poco tiempo, ellos volarán cada vez más lejos hasta que construirán sus propios nidos.
Mientras la madre hablaba, Gaia escuchaba atentamente e Inti se divertía arrojando  piedrecitas al río.
-          Mamá ¿Por qué estás diciendo esto?
-          Porque desde que tú y tu hermano nacieron, tu padre y yo los estamos preparando para volar, como los pájaros. Cuando vayas a la escuela será como si estuvieses dando tus primeros vuelos ¿Entiendes?
-          Pero, así como los pajaritos que están aprendiendo a volar, tendré mi nido para poder volver ¿No es verdad mamá?
-          Sí mi amor, poco a poco empezarás a volar
De pronto escucharon unos silbidos que entonaban una alegre canción, era José que venía al encuentro de la familia. Cuando los niños lo vieron, corrieron a su encuentro.
-          ¿Qué tal si terminamos el día con un delicioso chapuzón en el río?
-          ¡rico papá! – Dijo Inti

La tarde terminó en familia con la alegría de ellos se mezclando con la de la Madre Tierra.

domingo, 10 de maio de 2015

Gaia y la importancia del miedo

Faltaban pocas semanas para que llegase el día en que Gaia iría por primera vez a la escuela y eso la tenía bastante ansiosa y con un poco de miedo, pues sabía que sería un gran cambio en su vida. Sus padres compartían esta ansiedad, expectativas y angustia.
Inti ya estaba diestro en el arte de caminar y el nuevo desafío era escalar los árboles de la parcela. Cómo Gaia se veía desafiada por las nuevas destrezas del hermano, siempre estaba queriendo llegar más alto.
Como siempre, María y José, antes de cualquier cosa, observaban, pensaban y trataban de tomar la mejor decisión en conjunto sobre cómo orientar a los pequeños; era el aprendizaje sobre cómo ser padres, en el cual el diálogo y la corresponsabilidad eran fundamentales. Mientras la pequeña estaba muy alto en un peral e Inti trataba de seguir sus pasos, José y María observaban desde lejos
-          José ¿No crees que deberíamos prohibirle a los niños de subir en los árboles? Ellos pueden caerse y sufrir un accidente muy grave.

-          María, creo que prohibir no es el camino, vamos a conversar con ellos y explicarles cuales son los peligros. Ellos deben aprender ese nuevo aspecto de la responsabilidad: la responsabilidad con uno mismo, el cuidado de nuestra integridad.
Sé que ellos son pequeños, sin embargo creo que debemos comenzar a orientarlos en relación a cómo ponderar los riesgos.

-          José, creo que por una parte tienes razón, pues ellos deben tener la libertad de disfrutar de lo que la Madre Tierra nos ofrece; por otro lado me preocupa si ellos no son demasiado pequeños para tomar ciertas decisiones, anticiparse a algunos peligros. Como madre, me gustaría evitarles cualquier tipo de dolor y sufrimiento, aún estando muy consciente de que hacen parte del aprendizaje de la vida.

-          Amor, creo que nunca te conté esto: aprendí a andar de bicicleta cuando ya era adolecente, pues mi madre nunca me dejó pues tenía miedo de que me cayese y me machucase. Sé que ella tuvo la mejor intensión, sin embargo, era el único del grupo de amigos que no tenía bicicleta.

-          Entiendo ¿Y si sucede un accidente?

-          María… un accidente es eso, un accidente. Podría suceder caminando dentro de casa y resbalando, tomando una ducha, podría atorarse comiendo una carne…

-          Tienes razón querido, vamos a llamarlos entonces y conversar con ellos ¡Vengan acá niños!
Los niños corrieron y los padres recibieron un fuerte abrazo de los pequeños.
-          Hace días que están subiendo en los árboles, cada vez más alto – Dijo María

-          ¿Ya viste mamá que alto que ya llegué? ¡Inti no me alcanza!

-          Sí Gaia, inti es más pequeñito y tú eres su ejemplo. Por eso debes ser muy responsable y consciente de todo lo que hagas – Respondió María

-          Voy a contarles una historia: Tres zorros fueron desafiados por la Madre Tierra a atravesar un río. El primero de ellos no tuvo ninguna precaución y simplemente se arrojó al agua;  el lugar donde entró era demasiado profundo, la corriente era muy fuerte y no consiguió nadar; fue llevado por la fuerza del agua y casi se ahogó.
El segundo zorro cogió una vara de madera y con ella buscó el lugar menos profundo, se dijo a si mismo ¡Cómo soy inteligente! El exceso de confianza hizo que soltase la vara y se lanzase a nadar. El río era ancho y con mucha corriente lo que hizo que sus fuerzas no fuesen suficientes y también casi se ahogase.

-          Y “oto” pa – preguntó Inti, quien se aventuraba en sus primeras palabras.

-          El otro cogió dos varas y siguió el mismo camino que el anterior, pues sabía que estaba bajo, sin embargo, no soltó la vara y siempre fue comprobando con ellas si conseguía mantenerse de pie, al mismo tiempo ellas le servían de apoyo para soportar la corriente, hasta que llegó al otro lado. Inmediatamente cuando consiguió su objetivo, cogió una liana, la amarró en un árbol y la lanzó para que sus compañeros pudiesen atravesar también.

-          Al terminar la misión se abrazaron y agradecieron lo que cada uno le había enseñado al otro, pues el éxito del último, fue resultado de la observación de los errores de los anteriores. La Madre Tierra los premió con una bella puesta de sol.

-          ¿Qué pasó con el primero Gaia?- Preguntó María.

-          Fue imprudente mamá, es como si subiese el árbol sin ningún cuidado

-          ¡ Muy bien Gaia! ¿Y el segundo?

-          El segundo fue prudente cuando empezó, pero después se sintió demasiado confiado y ese fue su error.

-          ¡Claro Gaia! Hay un tipo de miedo que es siempre necesario, es el que no nos paraliza pero nos mantiene con nuestros cinco sentidos alertas.

-          El tercero fue prudente y ayudó a sus amigos.

-          ¡Exactamente Gaia! Al subir en los árboles debes ser prudente como el tercer zorro. No importa lo alto que vas a llegar en el árbol y sí que te sientas segura de lo que estás haciendo. Es importante que siempre trates de anticiparte a lo que puede pasar y que te des cuenta que eres responsables por las consecuencias de aquello que hagas. Si te caes y te quiebras una pierna o te golpeas la cabeza las consecuencias serán muy serias. Esto no es sólo para cuando subes en los árboles; debe servirte para todo y durante toda tu vida.

La más grande demostración de que ambos hijos habían entendido fue el beso cariñoso que ellos les dieron. La felicidad de la Madre Tierra al ver el amor y el cuidado de esta bella familia se manifestó en una suave y refrescante brisa que mágicamente hizo que las hojas de todos los árboles del jardín ejecutasen una alegre danza.

sexta-feira, 8 de maio de 2015

Gaia: No.

Si había algo que a Gaia le encantaba era la mermelada de damasco. El deleite de la niña comenzaba con la entretención al recoger la fruta madura de los árboles en la parcela; la Madre tierra era generosa con damascos que parecían cada vez más grandes y más dulces.
La diversión de la niña continuaba cuando ayudaba a su madre a hacer la mermelada, la cual era colocada en los potes de vidrio y guardada en las repisas de la cocina para tener una reserva durante todo el año y poder regalarla a los vecinos y  amigos que a veces los venían a visitar.
Si dependiese del gusto de Gaia, ella comería mermelada de damasco todos los días y en todos los horarios. Muchas veces ella cogía una cuchara y comenzaba a devorar el contenido con un placer que se reflejaba en su rostro.
-          Gaia, mi amor, estás comiendo demasiada mermelada y eso no te hace bien. Además, comes antes del almuerzo y después dices que no estás con hambre y no quieres comerte la comida – Le dijo la madre al ver que la chica había terminado un nuevo pote y estaba subiéndose en una sillita para alcanzar uno lleno– Es el último de la semana ¿Estamos de acuerdo?
-          ¡Claro que sí mamá!
Al día siguiente por la tarde, el dulce de damasco se había acabado en aquel pote y Gaia fue a buscar uno lleno, cuando se dio cuenta de que su madre los había cambiado de lugar; por lo tanto, ella tendría que pedírselo.
-          Mamá, sé que dijiste que era el último de la semana, lo que pasa es que se acabó porque Inti lo cogió y se lo dio a la perrita – Dijo Gaia sin mirarla a los ojos, pues no estaba diciendo la verdad
-          No- dijo María enfática
-          ¡Mamá! … lo que pasa es que…
-          ¡No!
-          ¡Lo que pasa es que tú no me quieres! ¡Sólo te gusta Inti! – dijo la niña llorando y luego salió corriendo
María, con mucha sabiduría, dejó que Gaia se calmara para después poder conversar y compartir con ella una nueva enseñanza, las cuales llevaría para toda la vida.
Por su parte, la niña sabía que estaba equivocada; estaba consciente de que había cometido un error y dicho cosas de las que estaba arrepentida. Al poco tiempo, ya estaba buscando a la madre para poder pedirle disculpas y lista para escuchar una nueva lección.
-          Mamá, discúlpame, sé que no debería haberte hablado de esa forma.
-          Qué bueno hija que seas capaz de reconocer tu error, esa es una gran virtud, siéntate aquí un poco pequeña – la invitó la madre aprovechando la sombra de un gran árbol.
-          Hijita te voy a contar una historia: Un día una pareja tuvo un único hijo el cuál se había convertido en el centro de la vida de ambos, pero no de forma positiva y natural, pues para ellos el pequeño debía siempre tener todo lo que deseaba y querían evitarle todo el tiempo cualquier forma de sufrimientos y restricciones; la forma de ellos demostrarle amor al pequeño era no contradecirlo en nada y darle absolutamente todo lo que él quería.
Los padres no podían ni imaginar en ver a su hijo llorar, lo que era de conocimiento del pequeño quien lo utilizaba el tiempo entero a su favor.
El niño fue creciendo y convenciéndose de que todo debía ser cómo y cuando él quería, transformándose en un pequeño mal criado y llorón. Al niño no le faltaba amor, sin embargo, le era necesario algo fundamental: aprender a oír no y a tener límites.
Pero el tiempo hizo llegar naturalmente el momento de este aprendizaje, pues el pequeño tuvo que ir al colegio y todo aquello que los padres trataron de evitarle de sufrimiento haciendo siempre lo que el niño quería, ahora lo sufría en doble, pues en la escuela había reglas, límites y otros chicos con los cuales debía compartir. Desde que el pequeño llegaba a la escuela hasta que lo venían a buscar para volver a casa, el chico lloraba y hacía pataletas, pues nada era como él quería.
En menos de una semana, los padres del niño fueron llamados al colegio, pues la profesora se daba cuenta de que era necesario un gran cambio por parte de los padres para poder ayudar a que el pequeño comenzase a ser menos egoísta y egocéntrico.
-          ¿Qué significa egocéntrico mamá? – Preguntó Gaia.
-          Es una persona que cree que todo gira a su alrededor; es alguien que no es capaz de mirar al otro, pues está demasiado ocupado cuidando de sí mismo.
-          ¿Qué le pasó a ese niño mamá?
-          Durante algunas semanas sufrió bastante, pues comenzó a darse cuenta que sus padres tenían una actitud diferente; varias veces llorando  reclamó  que ya no lo amaban más, pues ahora le decían que no, le colocaban límites, horarios y etc. Los padres se daban cuenta de que se habían equivocado durante años en la educación del pequeño. Quien más estaba sufriendo con todo esto no era el niño y sí los padres.
Gaia- Dijo la madre -  nosotros no queremos cometer el mismo error que los padres de ese niño; debes entender que el no y los límites hacen parte de la vida. La Madre Tierra nos coloca límites pues ella tiene límites; muchas veces tenemos que saber escuchar los no que la naturaleza nos susurra.  No es por falta de amor hija mía y sí todo lo contrario.
La niña no dijo nada, sin embargo, su mirada revelaba que había entendido la lección.
-          Pequeña, sólo quiero decirte una cosa: El niño de la historia, en realidad era una niña y su nombre es María.
-          ¿Es tu historia mamá?

-          Sí hija. Ni tu padre ni yo queremos cometer el error que mis padres cometieron.

terça-feira, 5 de maio de 2015

Gaia y el tiempo

Gaia despertaba muy temprano todos los días y lo primero que hacía era buscar a su hermanito. Después, ambos salían al jardín para sentarse sobre el pasto y agradecer a la Madre Tierra por la vida, tal como se lo había enseñado José y María.
Cuando iban a la cocina, el desayuno ya estaba en la mesa con pan calentito, frutas y leche, pues María lo había dejado todo preparado antes de ir su taller, donde creaba sus piezas de arcilla, en un ritual que era como si fuese una oración que la preparaba para donarse a su familia preparando todos los días un delicioso almuerzo.
 El desayuno dejaba a los hermanitos llenos de energía y disposición para realizar las tareas que sus padres les habían atribuido: Recoger las hojas del jardín, recoger la ropa sucia, regar las plantas, cuidar de la perrita y de las gallinas y otras cosas; pero antes de cualquier cosa iban hasta el taller a besar y abrazar a María y luego corrían hasta la huerta a desearle un buen día al papá y cubrirlo de cariño.
Después de las responsabilidades siempre había tiempo para jugar, correr, pasear juntos por la parcela, subir en árboles hasta que llegaba la hora de descubrir qué plato maravilloso mamá había preparado,
El almuerzo era siempre en familia;  un momento sagrado en que conversaban sobre lo que había pasado durante la mañana, sobre cómo estaban sintiéndose, sobre lo que harían más tarde, recuerdos y tantas otras cosas. Era una parte del día que podía demorar horas., pues no alimentaban sólo el cuerpo sino también el alma. Mientras había tema de conversación estaban sentados a la mesa, sin nada que los apurase.
Después del almuerzo Inti dormía un poquito y algunas veces Gaia también aprovechaba para descansar. Después de despertar jugaban nuevamente, inventaban historias, amigos imaginarios, castillos maravillosos; era tan divertido que parecía que el tiempo volaba y luego llegaba la noche y el momento de bañarse, comer alguna cosa en familia y después dejarse vencer naturalmente por el sueño.
Así, de forma simple, vivían la vida en familia con días llenos de amor, alegría, paz y descubrimientos.
Cierto día, antes de caer el sol, Gaia e Inti fueron a conversar con José, quien estaba sentado en el jardín observando el bello atardecer
-          Papá, por más temprano que me despierto, parece que nunca hay tiempo suficiente para poder hacer todo lo que queremos hacer: No conseguimos jugar todo lo que queremos, ni conversar todo lo que nos gustaría, ni estar juntos tanto cuanto deseamos… ¿Por qué el día no tiene más horas papá?

-          Hijos míos, les voy a contar una historia – Dijo el padre abrazándolos – Hace mucho tiempo la Madre Tierra pensó en dejar los días y las noches más largos para que los niños tuviesen más tiempo para divertirse, sin embargo, cuando pensó en lo que los adultos harían si el día tuviese más horas, decidió dejar las cosas como estaban.


-          Papá ¿Que vio la Madre Tierra que harían los adultos? – Pregunto Gaia


-          Trabajar más, para ganar más dinero, para gastar más en cosas que no son necesarias, Gaia.

domingo, 3 de maio de 2015

Gaia: ¿Qué semillas van a crecer en nuestro corazón?




Inti ya practicaba los primeros pasos: cinco pasitos tambaleando y caía, se levantaba y continuaba; Gaia, por su parte, acompañaba los avances y muchas veces le hacía mucha gracia ver a su hermano en esta ingrata faena; pero como la práctica hace al maestro, a cada día el pequeño se presentaba más diestro en el arte de andar.
Desde muy pequeña, Gaia tenía algunas responsabilidades en las tareas diarias, entre ellas estaba juntar las hojas secas que se acumulaban a la entrada de la casa y llevarlas hasta una parte de la huerta donde su padre las mezclaba con tierra y las dejaba descansar para que se pudriesen y así dejar más rico el suelo.
Cierto día de otoño, estaba Gaia muy empeñada en esta tarea y su hermano equilibrándose en su aprendizaje de caminar, cuando de repente, sin querer, su aterrizaje fue sobre un gran montón de hojas que la pequeña ya había juntado; el pequeño Inti encontró esto muy divertido y al tratar de levantarse desparramó todavía más las hojas que la niña había pasado horas recogiendo; Inti sólo se reía.
Junto con el fuerte grito llamando a su madre, Gaia sintió tanta rabia que golpeo con fuerza a su hermano, con lo que él lógicamente empezó a llorar.
Cuando la madre llegó el paisaje era el siguiente: Todas las hojas desparramadas por el suelo, Inti llorando y Gaia también.
-          ¿Qué paso Gaia|? – Preguntó la madre
-          Inti echó a perder todo mi trabajo, mamá
-          ¿Pero cómo fue eso? ¿Y por qué el está llorando?
-          Él estaba caminando y cayó sobre las hojas, luego comenzó a desparramar todo; entonces yo fui y lo golpeé, para que nunca más el haga eso.
-          Hija ¿Algunas veces nosotros te hemos pegado? ¿Dónde has aprendido eso? ¿Tú crees que él lo hizo intencionalmente o fue un accidente?
-          Mamá, lo que pasa es que mi corazón se llenó de rabia y por eso le pegué. Por favor perdóname Inti – le dijo a su hermano abrazándolo mientras ella continuaba llorando mientras para el pequeño el juego había empezado de nuevo.
Después de que las cosas se calmaron un poco y Gaia terminó de juntar las hojas, se las llevó a su padre que estaba en la huerta cuidando de las plantas.
-          ¿Qué pasó Gaia? Te oí gritar hace poco– Preguntó José
-          Sentí rabia y le pegué a Inti, pues él cayó sobre las hojas y tuve que empezar todo nuevamente. Eso me hizo sentir muy mal, me arrepentí mucho de lo que hice papá.
-          Quiero mostrarte una cosa pequeña – dijo, mientras la llevaba a una parte de la huerta donde había plantado romero, menta, tomillo, albahaca y otras plantas.
-          Gaia la Madre Tierra deja que nazcan hierbas buenas, las que debemos cuidar y también la mala hierba y que si no la arranco va a apoderarse de todo y no va a dejar crecer las otras plantas. ¿Te das cuenta? Aun no cuidé de esta parte de la plantación, por lo tanto, te das cuenta que hay mucha mala hierba, si yo no le doy cuidado, luego ella va a acabar con las otras plantas.
-          Entendí papa… pero, ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
-          Mucho, debes aprender que hay algunas flores que debes cultivar en tu corazón, como el amor, la paciencia, el cuidado, el cariño y hay otras hierbas dañinas a las que no les debes dar espacio, como la rabia, por ejemplo. Si le das lugar a la rabia, al rencor, al odio, ellas poco a poco van apoderándose de todos los lugares en nuestro interior y no dejan que las buenas semillas puedan crecer. Gaia, debes elegir que es lo que quieres cultivar dentro de ti, dependiendo de la elección que hagas, serán los frutos que vas a dar.
-          Entendí papa, no voy a dejar que la rabia tenga lugar en mi corazón, no me sentí bien al sentir eso con mi hermano.

Esta conversación acabo con un abrazo tierno que duró varios minutos.

quinta-feira, 30 de abril de 2015

Gaia: Regalar es regalarse



Inti fue creciendo y teniendo a cada día más independencia y Gaia, por su vez,  cada vez más multiplicando sus cuidados y cariños por el hermanito que ella tanto quería. Le habían regalado no sólo un hermano, sino también con cómplice en las travesuras, un compañero, un amigo, un confidente y alguien con quien dividir enseñanzas y aprendizajes.
María, la madre, poco a poco volvía a tener un poco más de tiempo para hacer las cosas que a ella también le gustaban, además de dedicarse a sus hijos. Un día, mientras desayunaban dijo:
-          Voy a comenzar a visitar  a unos vecinos que viven a unos kilómetros de acá para que ellos me enseñen a trabajar la arcilla. En esta región, la madre tierra es generosa en arcilla de buena calidad y podemos hacer muchas cosas muy interesantes.
-          ¿Podemos acompañarte mamá? Preguntó Gaia.
-          No hija, iré a caballo algunos días y es mejor que vaya sola. Cuando haya aprendido, voy a enseñarles a ustedes. Saldré muy temprano por la mañana y antes de la hora del almuerzo estaré de vuelta. Gaia ¿Me ayudas a cuidar a Inti?
-          ¡Claro que sí mamá!
-          María, cuando yo pueda iré a visitar también a los vecinos para ver si ellos tienen el horno en que se pueda cocer  la arcilla, así podré hacerte uno aquí para ti; será mi regalo de cumpleaños.
-          Muchas gracias José, ¡eres un excelente compañero! ¡Eres un gran esposo! ¡Te amo mucho! – Dijo María besando a su marido tiernamente con lo que él se puso un poquito colorado.
Fue así como María, durante unos quince días, salió muy temprano a caballo y fue a visitar a sus vecinos, los cuales le enseñaron los secretos del trabajo con la arcilla. Cada día ella volvía más entusiasmada y poco a poco fue empezando a practicar la fabricación de diferentes utensilios, como jarritos, ollitas, maseteros y pailas. José por su parte, cuando terminaba los trabajos en el campo, iba construyendo el  horno para poder cocer la arcilla, tal como se lo había prometido a María.
Con el pasar de los días, María fue obteniendo cada vez más práctica y creando nuevas formas en las piezas que iba produciendo. En lo que más se empeñaba era en la fabricación de hermosos maseteros de diferentes tamaños y formas y fue enseñándole a Gaia como hacerlos también.
Llegó finalmente el día del cumpleaños de María y  fue una gran fiesta para la familia, pues por primera vez encenderían el horno y pondrían las piezas que habían sido fabricadas. Se veia que María estaba muy ansiosa, pero no era sólo ella, pues una vez más fue puesta a prueba la paciencia de Gaia, ya que hasta que los objetos se terminasen de cocer y se enfriasen totalmente era un proceso que podía llevar días.Una gran pregunta estaba en la cabeza de Gaia desde ya unos días… ¿Para qué mamá está haciendo tantos maceteros y empeñándose tanto en ellos?
Una vez que los maceteros estaban listos, María comenzó a colocar dentro de ellos lindos brotes de plantas y flores, los que iba llevando hasta el galpón y cuidando diariamente. ¿Qué será que mamá está preparando? Se preguntaba Gaia. La interrogante crecía, pues su madre no paraba de hacer más y más maceteros, de cocerlos en el horno y de plantar los brotes, los que cogía con cuidado y cariño desde el jardín.
Cierto día durante el almuerzo María dijo:
-          Mañana, después del desayuno, se preparen pues vamos a visitar a nuestros vecinos.A Gaia le pareció un poco extraño, pues, que ella se recordase, era la primera vez que harían esto. El vecino más próximo estaba a algunos kilómetros, por lo que era muy difícil hacer visitas o reunirse.

¿Por qué mamá? Preguntó Gaia

-          Para llevarles regalos

-          ¿Por qué mamá?

-          Sin ningún motivo especial Gaia

-          Mamá ¿Se dan regalos sin ningún motivo especial?

 -          ¡Claro que sí Gaia! ¡Todo el tiempo!  La Madre Tierra nos da regalos todo el tiempo que no hicimos nada por merecerlos  ¿No te parece? – La niña quedó pensativa.

Al día siguiente después del desayuno, como estaba planificado, salieron en la carretela, la cual estaba llena con todos los maceteros que María había hecho con tanto cariño y con las plantas y flores que había cuidado durante esos días. La familia entera fue visitando a todos los vecinos y entregándoles estos regalos.  Por cada uno de los maceteros que entregaban recibían a cambio sonrisas, abrazos y otras cosas que espontáneamente las personas querían dar; como huevos, gallinas, pollitos, frutas y tantas otras cositas.
Gaia estaba curiosa, pues había uno de los maceteros que le llamó la atención, ya que  María había pasado días pintándolo con mucho cariño hasta altas horas de la noche; era el último que quedaba por entregar.

-          Gaia, ven a ver. En este macetero está pintada la historia de nuestra familia.- Dijo María – Aquí está la ciudad con sus edificios y coches, que es donde tu padre y yo nos conocimos, aquí está la carpa donde vivimos cuando llegamos a la parcela, aquí esta cronos, aquí nuestra casa, Tú, Inti….  – Relataba la madre mientras le iba mostrando pacientemente el significado de cada uno de los dibujos de aquel bellísimo macetero.

-          ¡Mamá! ¡Qué hermoso! –Dijo la niña apreciando aquella verdadera obra de arte que su madre había preparado ¿Para quién es?
-          Ya lo verás

Llegaron finalmente a una casa muy simple, donde vivía una pareja de ancianos, los cuales se pusieron muy felices al ver a María y su familia y  al recibir aquel lindo regalo. Conversaron un poco y luego la familia retorno a su parcela,  pues ya estaba haciéndose tarde. Durante el retorno, Gaia preguntó:

-          Mamá ¿Por le diste a ellos ese regalo tan lindo?

-          Porque fueron ellos los que me enseñaron a trabajar la arcilla. Ellos multiplicaron conmigo el conocimientos que acumulan desde muchas generaciones, Ahora ellos también hacen parte de nuestra historia, así como yo hago parte de la historia de ellos. ¿Te das cuenta?

-          Mamá ¿Por qué dedicaste tanto tiempo para preparar esos regalos? ¿Por qué dedicaste tanto tiempo a aprender? ¿Por qué regalaste todo?

-          Porque la Madre Tierra es así y nosotros debemos ser como ella.  La Tierra nos da, ella se da; ella se multiplica generosa y gratuitamente. ¿Pusiste atención en los brotes de las plantas? Cada planta, cada flor, generosamente permite que otras nazcan a partir de ella; ella se multiplica. Es así que nosotros debemos ser, bondadosos, desinteresados, generosos. En cada uno de aquellos regalos hay una parte de mi, hay una parte de la familia; es una forma de darnos de la misma forma como la Madre Tierra. 
Gaia, esas familias probablemente tienen cientos de plantas iguales a las que les di, pero estoy segura de que para ellos, ésta será especial y le van a dedicar cuidado y atención. ¿Te diste cuenta como las personas se pusieron felices? ¿Cómo ellas estaban agradecidas? ¡Eso hizo que toda mi dedicación valiese la pena!

Después de escuchar a su madre, Gaia se quedo muy pensativa. Los misterios de la Madre Tierra eran tantos que estaba segura de que demoraría mucho en conocerlos por entero.

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quarta-feira, 29 de abril de 2015

Malimbetes, el monstruo de los juguetes

-          ¡Hijo!, guarda los juguetes que dejaste en la sala- Decía la mamá mientras, con una, escoba trataba juntar los papeles picados y poner las cosas en orden.
-          ¡Ya voy mamá! – Respondía Eduardito, mientras iba a buscar otra cosa para entretenerse, pues los juguetes ya lo habían aburrido.
Era esta una de las cosas que Eduardo no conseguía aprender; sin duda era un excelente chico, muy cariñoso y simpático, sin embargo, era muy perezoso a la hora de recoger todo aquello que él sacaba del lugar. Detrás del niño iba siempre quedando un rastro de puertas abiertas, cosas desparramadas, objetos fuera de su lugar.
Un día, después de la cena, cuando el niño ya se había cepillado los dientes, colocado el pijama y estaba ya en la cama para poder dormir; después de que su mamá le había contado su cuento de cada día,  le dijo:
-          Hijito, ¿sabes lo que pasa si tus juguetes quedan desparramados por el suelo? Va a venir Malimbretes, el monstruo de los juguetes y se los va a llevar todos.
-          Jajajaja- Se rio Eduardo- No creo en esas cosas mamita, además, siempre que dejo mis juguetes tu vienes después y los recoges.
-          Nunca más los voy a recoger y vas a ver como Malimbretes va a llevarse todos lo que dejes desparramado por ahí.
Cuando, al día siguiente, el niño despertó, fue hasta la sala y vio que su madre ya había dejado todo en orden. No resistió unas ganas tremendas de traer toda la caja de los juguetes y vaciarla entera, desparramando los autitos, los muñecos, las piezas de rompecabezas, los animalitos, dinosauros y tantas otras cosas. Eduardito jugó por una media hora y luego fue a andar de bicicleta.
-          Eduardito, vas a recoger todo ¿No es verdad?
-          ¡Ya recojo mamá!
-          Recuérdate de Malimbretes y que no voy a recoger nada más
-          Jajajajajaja
Eduardito anduvo de bicicleta, después de patineta, luego fue a ver televisión y cuando se dio cuenta, ya tenía que arreglarse para ir al colegio. Al despedirse de su mamá ella le dijo
-          ¡Hijo! Toda la mañana arreglé la casa y tú en diez minutos lo dejas todo de patas arriba. Tus juguetes están todos desordenados, ya te dije, yo no los voy a coger, se los llevará Malimbretes, el monstruo de los juguetes.
-          Cuando llegue de la escuela los voy a recoger, mamá.
Durante la tarde, cuando nadie estaba viendo, lentamente la puerta se abrió. Una mano peluda apareció primero y luego una cabeza enorme con una nariz de zanahoria y unos ojos saltones… ¡ Era Malimbretes!. Siempre él llegaba arrastrando un saco vacío y se lo llevaba llenito con todos los juguetes que estaban fuera de sus lugar. Sus ojos quedaron más saltones todavía cuando vio la cantidad de cosas desparramadas por el suelo. Rápidamente movió sus manos de uñas enormes y fue colocando en su saco todo lo que Eduardito no había recogido; nadie se dio cuenta de que él había pasado por esta casa, pues nunca nadie lo vio en ningún lugar,
    Cuando el niño llegó después del colegio entro por la sala y se dio cuenta de que los juguetes ya no estaban allá. Creyó que su madre los había colocado en la caja y guardado; fue hasta su habitación y la caja no estaba allá.
¡Mamá! ¿Dónde dejaste mis juguetes?
-          Yo no los recogí, te dije que nunca más lo iba  a hacer
-          Mamá, ¡mis juguetes no están en la sala!
-          Hijo, probablemente fue Malimbretes, el se llevó tus juguetes
-          Jajajajaja, mamá, no voy a creer en eso. Tú los escondiste y después me los vas a dar.
-          No hijo, no fui yo.
    Eduardito se fue a dormir creyendo que sus juguetes estaban guardados en algún lugar y que su madre se los iba a devolver. Durmió esperando que al día siguiente la caja estuviese en el lugar, lo que no pasó. Fueron pasando los días y los juguetes no aparecían y el niño fue desconfiando que realmente Malimbretes se había llevado todos sus autitos, todos sus muñecos, sus trencitos y todo lo demás.
-          ¡Mamá! ¿Realmente Malimbrete existe? ¿él se llevó mis juguetes?
-          ¡ Claro que sí! Te lo dije desde un comienzo.
El desespero le bajo desde la punta del pelo hasta la punta de los pies y una lagrimita se le escapó
-          ¡Que voy a hacer sin mis juguetes! ¿Por qué no escuche? ¿Por qué no obedecí? ¿Qué voy a hacer?
-          Hijo, yo no puedo hacer nada, Malimbrete se lleva los juguetes hasta su castillo donde los esconde en un sótano enorme. Lo único que podemos hacer es llamar a  Kala, el hada. Si conversas con ella y le prometes no dejar los juguetes nuevamente desparramados, probablemente ella pueda hablar con Malimbretes.
-          ¿Y cómo hacemos para hablar con Kala, el hada, mamá?
-          Todas las mamás del mundo tenemos su teléfono. La voy a llamar y tú hablas con ella- Entonces la mamá cogió le teléfono y la llamó.
-          ¿ Aló? ¿Doña Kala, el hada? Soy Carla, la mamá de Eduardito. Necesito de su ayuda, pues Malimbretes se llevó todos sus juguetes. ¿Usted lo puede ayudar? ¿Quiere hablar con él?... Ya se lo paso; hasta luego y gracias.
-          Doña Kala quiere hablar contigo Eduardito.
-          ¿Aló? ¿Eduardo? – Dijo del otro lado de la línea la voz más dulce que el niño ya había oído.
-          Sí, soy yo doña Kala
-          ¿ Qué pasó con tus juguetes?
-          Los deje en el suelo, desparramados y vino Malimbretes y se los llevó
-          Jajaajaja, es por eso que el bribón andaba tan feliz el otro día ¿Y qué harás para recuperarlos?
-          Doña Kala; yo sé que mi mamá me enseñó mil veces que debo ser responsable y cuidar de mis cosas y yo no le hice caso. Yo prometo que no voy a dejar ningún juguete más fuera de su lugar. ¡Son todos los juguetes que yo tengo! ¡Por favor tráigamelos de vuelta!
-          Bueno, veré lo que  puedo hacer, voy a conversar con él y ver si te los puedo devolver, pero la próxima vez que no guardes tus cosas, no podré ayudarte ¿Estamos de acuerdo Eduardito?
-          ¡Claro que sí doña Kala!
-          Para que pueda devolverte tus juguetes debes ser un buen niño y ayudarle a tu mamá en los deberes de casa. Tienes que empezar a ser más obediente y continuar siendo el niño dulce que siempre has sido. ¿Me lo prometes?
-          -¡Se lo prometo!
    Se despidieron y Eduardito fue inmediatamente a ayudar a su mamá, con la esperanza de que Kala consiguiese cumplir con aquello que tanto él quería.
    Kala, salió de su castillo, tomó su caballo y fue hasta el palacio de Malimbretes. Era un lugar muy oscuro y un poco abandonado, pero el hada sabía que el monstruo era sólo un poco diferente en su apariencia, pero tenía un corazón de oro. Malimbretes era un bribón juguetón al que le encantaban los juguetes nuevos con los cuales se divertía todo el día. Cuando el hada llegó, el monstruo estaba jugando con un caballito de madera.
-          ¡Hola Kala! ¡Cuánto tiempo! ¿Por quién vienes a interceder hoy?
-          ¡Hola Malimbretes! ¡Deberías limpiar y ordenar un poco tu casa! Pero bueno, ¿Me puedes dar los juguetes de Eduardito?
-          Kala, los juguetes de él son muy bonitos, quería dejarlos aquí conmigo… ¿Tú crees que él los va  a cuidar?
-          Él me prometió que sí
-          Bueno, entonces te los puedes llevar ¿Quieres una taza de té y una torta que acabo de preparar? podemos conversar un poquito antes de que te vayas.
-          ¡ Claro que sí! Tu torta es famosa en todos los reinos, jamás me la perdería.
    Fueron a tomar el té, conversaron bastante y después volvió Kala en su caballo hasta su castillo y después fue a devolverle los juguetes al niño.
    Al día siguiente, al despertar, Eduardo se dio cuenta de que la caja con sus juguetes estaba junto a su cama.
-          ¡Mamá! ¡Mis juguetes!
    La mamá vino corriendo, asustada con el grito
-          ¡Qué bueno Eduardito! Recuerda lo que le prometiste a Kala
-          ¡Nunca me olvidaré!

Querido lector: ¿ Crees tú que Eduardito cumplió su promesa? ¿Por qué?